lunes, 22 de junio de 2015

Cayo Mario y los "populares"

Las dos factiones así creadas como consecuencia de la acción política de los hermanos Tiberio y Sempronio Graco (ver el artículo anterior Las reformas de los hermanos Graco), la de los optimates y la de los populares, dominarían por completo la escena política romana durante casi un siglo, pero ¿en qué consistían exactamente?
En lo referente a los medios y a la composición eran prácticamente iguales: ambas factiones habían nacido del orden senatorial y utilizarían las alianzas familiares, la demagogia, y la manipulación del pueblo como medio para alcanzar sus propósitos. Sólo en dichos propósitos se diferenciaban. Por un lado, los optimates -la oligarquía senatorial y sus defensores- practicaban una política conservadora, dirigida a reprimir las fuerzas políticas hostiles y a devolver su autoridad al Senado. Los populares- los políticos reformadores y sus seguidores-, por su parte, pretendían reformar el Estado y defendían una serie de reivindicaciones sociales1 encaminadas a introducir en la política activa por los motivos que fueran, a estamentos que, por lo general, quedaban al margen, especialmente, al orden ecuestre. Los populares “fueron personajes que encontraron en los fracasos de la política exterior y en la falta de cohesión del orden senatorial, un pretexto para afirmar sus posiciones personales, utilizando para ello las exigencias y las frustraciones de grupos políticos y sociales heterogéneos, ajenos al Senado, como el orden ecuestre, la plebe urbana, y, sobre todo, los veteranos del ejército”2  Por último, cabe destacar que tanto el movimiento popular como optimate de finales del siglo II a.C. se encontraban divididos, a su vez, en otras numerosas factiones propias con intereses diferentes y a veces opuestos, por lo que nunca se creó lo que podríamos llamar un "sistema bipartidista". La existencia de todas estas múltiples factiones supondría por tanto un nuevo factor de desestabilización social y complicó aún más la escena política, unida a la pérdida del control absoluto por parte del Senado, los cada vez más numerosos individualismos, las crecientes intervenciones del orden ecuestre en la política, el despertar de las masas y después el ejército, como factores políticos.
El primer personaje importante en ser considerado popular es, sin duda, Cayo Mario. Mario fue un homo novus, es decir, el primero de su familia en formar parte del Senado. Ligado por clientela a la familia Metela, inició con su apoyo una carrera política que le condujo hasta la pretura en el 115, al gobierno de la Hispania Ulterior en el 114, y a su incursión como legado en el ejército de África en el 109, a las órdenes de Quinto Cecilio Metelo. Las relaciones entre Cayo Mario y la familia Metela se deterioraron pronto, pues mientras Metelo lograba buenos resultados en su acción militar contra Yugurta en África, Mario utilizaba en su propio provecho la impaciencia y frustración de los grupos que, en Roma, consideraban que la guerra era ya demasiado larga. Con una gran popularidad entre la plebe y los soldados, el creciente desprestigio de la gestión de Metelo y la promesa de una rápida conclusión de la guerra, Mario logró su primer nombramiento como cónsul en el año 107. Aún más, un decreto emitido por la asamblea popular, en clara intromisión con la tradicional prerrogativa del Senado en política exterior, asignó a Mario la dirección de la guerra africana contra Yugurta.
Aunque Mario tardó tres años para vencer a Yugurta, y la resolución de la guerra no se debió tanto a su genio militar, como a la diplomacia de un subordinado suyo, el cuestor Lucio Cornelio Sila, esto no impidió que la obtención de la victoria le fuera atribuida completamente. Como consecuencia, su popularidad creció aún más si cabe, como demuestra el hecho de que se le concediera un triunfo en el 104 -el ingreso solemne del vencedor en Roma con los mayores honores militares-, fuera elegido cónsul por segunda vez para este mismo año, y se le asignara el mando de las tropas contra cimbrios y teutones, cuya emigración al sur desde la península de Jutlandia amenazaba la Galia Narbonense e Italia tras que derrotaran a los ejércitos romanos en Noreia (113 a.C.), y Arausio (105). Las derrotas hicieron cundir el pánico, logrando así para Mario se reelección como cónsul cuatro veces seguidas, desde 104 hasta 101 a.C., hasta que destruyó el peligro bárbaro, derrotando a los teutones en 102 en los alrededores de Aquae Sextiae, y a los cimbrios en el año 101 en los Campii Raudii.
Pero más que por sus victorias, Cayo Mario destaca por la reforma del ejército que llevó a cabo, que supuso el nacimiento del ejército profesional. Dicha reforma se basaba no sólo en la introducción de una serie de reformas tácticas3, sino también, y sobre todo, en el reclutamiento como voluntarios de ciudadanos romanos sin recursos económicos mínimos para poder ser considerados propietarios, y, por tanto, no aptos para el servicio militar. Con ello quería finalizar los problemas de reclutamiento. A partir de entonces, fueron desapareciendo del ejército los propietarios, sustituidos por proletarios, individuos sin una ocupación fija para quienes la milicia representaba una salida para sus problemas económicos; su máxima aspiración era conseguir, tras su licenciamiento, una parcela cultivable, que les permitiera reintegrarse en la vida civil como propietarios. Y, de este modo, surgió, de nuevo, el problema agrario, pendiente de resolución desde la época de los Graco; pero, además, esa exigencia tendría también una consecuencia política de enorme importancia, pues para lograr sus aspiraciones, el ejército necesitaba de su caudillo, que, como si se tratara de cualquier patronus -así se llamaba al aristócrata en relación a su clientela-, consiguiera del Estado los deseados repartos de tierra.
Esas relaciones de dependencia recíproca entre el general y sus soldados conducirían a la formación de los ejércitos personales, que tanta importancia tendrían tras Mario: si los soldados contaban con su general para resolver el problema de la asignación de tierras, éste podía utilizar para sus propios intereses personales el potencial político de sus soldados y sus veteranos, ya fuera a través del voto en las asambleas o incluso con la fuerza de las armas.
Así pues la mayor preocupación de Mario, cuando regresó a Roma, fue el porvenir de sus veteranos. No podía esperar la colaboración de la nobilitas4, que siempre lo despreció por ser un homo novus y que recelaba de él por el poder personal y la popularidad que había alcanzado, las buenas relaciones que mantenía con importantes grupos ecuestres, y por el apoyo incondicional de sus veteranos. Pero finalmente fueron estos mismos factores los que permitieron a Mario encontrar aliados entre varios políticos populares, en concreto, le granjearon el apoyo del tribuno Apuleyo Saturnino y, más tarde, de Servilio Glaucia, que estuvieron dispuestos a incluir entre sus exigencias la concesión de tierras a los veteranos, a cambio de contar, para sus fines, con la popularidad y el poder del viejo general.
¿Cuáles eran estos fines? “(Saturnino y Glaucia) aspiraban a la ampliación de sus bases personales de poder, mediante el debilitamiento de la oligarquía y la manipulación de las asambleas populares, pero sin la alternativa válida de un programa conscientemente revolucionario”5, es más, podríamos decir que no realizaron ningún tipo de programa, pues la actividad de ambos se redujo a un intento fallido de rebajar drásticamente los precios del trigo, y, como respuesta a esto, a la entrega al orden ecuestre del control total de los tribunales criminales y al desencadenamiento de procesos políticos contra importantes miembros de la oligarquía. De hecho, tanto Saturnino como Glaucia únicamente son considerados políticos populares por la mayoría de los autores por el uso de diversas técnicas de agitación y manipulación del pueblo ya que “todo el caudal de poder acumulado, concentrado como consecuencia del descontento de varios grupos sociales, no fue invertido en un programa coherente de remodelación del Estado y de la sociedad sino malgastado en contentar egoísmos”6: a cambio de presentar la legislación agraria deseada por Mario, sólo le pidieron su apoyo para lograr en 100 a.C., año en que el viejo general se presentaba a su sexto consulado, un segundo tribunado para Saturnino y la pretura para Glaucia. Aunque con medios violentos, los tres lograron sus objetivos.
A cambio, satisficieron los deseos de Mario en dos ocasiones: al finalizar la guerra de África contra Yugurta lograron parcelas de tierra cultivable en territorio africano para los veteranos, y al acabar el conflicto contra cimbrios y teutones, que se les concedieran tierras en la Galia. Se fundarían además colonias donde asentar a los veteranos, y Mario recibió el derecho de otorgar la ciudadanía a tres de sus colonias, lo que indica que entre los beneficiarios de la ley, debieron incluirse aliados itálicos. Se resolvía así, por fin, el problema de distribución de tierras, al no pretender ubicar las parcelas en la península itálica, donde ya no había ager publicus disponible, sino en territorios fuera de Italia.
El proyecto, sin embargo, se encontró con la oposición de diversos grupos sociales, que se sintieron discriminados En primer lugar enfrentó a la plebe rústica, la principal beneficiaria de la distribución de tierras-pues el nuevo ejército de proletarios se nutría de ella-, con la plebe urbana, que no ganaba nada. Además, la extensión de los beneficios de la legislación agraria a los aliados itálicos “levantó la inmediata oposición del cuerpo ciudadano, monopolizador egoísta de sus privilegios”7. De ahí que la ley fuera aprobada mediante el terror de las bandas armadas, organizadas por los populares.
Conseguido en cualquier caso su propósito, a Mario ya no le quedaba ningún interés común con los populares, y se desentendió del problema que él mismo había causado; su postura empeoró aún más la situación. Sin su apoyo, la candidatura popular en las elecciones del 99 a.C., en las que Saturnino deseaba su segunda reelección como tribuno, y Glaucia el consulado, solamente podía salir adelante con una nueva utilización de la violencia y el terrorismo, que desembocaron en el asesinato de Cayo Memmio, otro de los candidatos, por partidarios de Glaucia. Los optimates, cuyas distintas factiones se habían unido momentáneamente ante el peligro común, no desaprovecharon la oportunidad que los propios Saturnino y Glaucia les habían puesto en bandeja, y obligaron a Mario, como cónsul del año 100 a.C., a restablecer el orden declarando el Estado de excepción (senatusconsultum ultimum).
Mario, por tanto, se vio obligado a elegir entre traicionar a la nobilitas o cargar contra sus antiguos aliados; optó por la segunda opción, y no pudo impedir el linchamiento popular de ambos. Al fin y al cabo, la aspiración última de Mario, como homo novus de orígenes humildes que era, había sido siempre el reconocimiento de sus méritos y la integración en la nobilitas; pero, puesto que ésta no lo aceptaba voluntariamente, se vio obligado a imponerse por medios políticos, sin tener en cuenta que éstos tendían a debilitar precisamente la institución en la que quizás deseaba integrarse como cabeza

1 Las peticiones más recurrentes de la política popular eran los relacionados con el tema agrario, las condiciones para la distribución de trigo y las disposiciones legislativas para los aliados itálicos.
2 Roldán, Historia de Roma, página 192.
3 La legión continuó siendo la unidad táctica, pero articulada en diez cohortes de 600 hombres cada una, con la mejora resultante de la capacidad de maniobra y el poder combativo. Otras innovaciones fueron la unificación y modernización del armamento, el cultivo entre la tropa del espíritu de cuerpo y la introducción de una rígida disciplina.
4 La nobilitas era el conjunto de familias más poderosas de Roma, al que solamente se accedía si un miembro de la propia familia lograba el consulado.
5 Tom Holland, Rubicón, página 96.
6 Roldán, Historia de Roma, página 194.

7 Roldán, Historia de Roma, página 195.

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*Fotografía 1: "Cicerón pronuncia su discurso contra Catalina", de Cesare Maccari
*Fotografía 2: Supuesto retrato de Cayo Mario, en los Museos Vaticanos
*Fotografía 3: Representación de legionarios en la Columna de Maguncia
*Fotografía 4: "Yugurta encadenado", litografía de una traducción de "La Conjuración de Catilina y la Guerra de Yugurta", de Cayo Salustio Crispo, datada en 1772

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